domingo, 20 de diciembre de 2009

Inspiración de un sábado a la noche

era un día tormentoso y gris como el de hoy (19 de diciembre de 1683) una lluvia densa y pareja sometía a la ciudad, dificultaba la visión el viento helado atravesaba los abrigos y calaba los huesos. Dos personas, separadas por la inmensa cascada de agua, se reconocen a la distancia. Tenían sus cuerpos cubiertos por inmensos abrigos de piel para protegerse del cruel frío, y sus caras tapadas para no ser reconocidos por los transeúntes en su escapada nocturna a la ciudad. Ellos, pertenecían a familias de una elevada raigambre, eran famosos en su barrio y los alrededores. 

El amor se escondía debajo de esas gruesas capas de pieles y tela, allí en el calor de sus corazones. Un amor prohibido, de esos que te dan fuerzas día a día para afrontar el mañana. Esos que aportan una dosis extra de adrenalina, el temor a ser descubiertos, a arruinar los nombres de sus familias, al ¿qué dirán? de sus vecinos y conocidos. El motivo de su ocultamiento, se remonta varios años atrás... cuando él, abandonó a su novia, desapareció de un día para otro y se borró del mapa. Algunos pensaron que escapó con otra mujer, otros por problemas de dinero, otros que fue amenazado. En fin, las teorías son muchas, pero la verdad es una sola.


Al cabo de cinco años, cuando la novia lo había olvidado, vuelve en medio de una marea de confusión, pidiendo perdón por su desaparición, excusándose. Pero ya no quedaban ni restos de ese amor en ella, y lo dejó ir. En su depresión, al sentirse rechazado, conoce a la hermana de su ex-novia. Y encuentra en sus ojos la dulzura que perdieron los de se adorada hermana, y comprende a primera vista, que ella es realmente a quién estuvo buscando toda su vida.


Ahora comprenderán el peligro que corren los jóvenes si fueran descubiertos. La furia de la hermana mayor y la furia de los padres de ambos. Pero no hay nada que pueda interponerse en medio de ellos, o al menos eso creen.

Volviendo al presente... ella lo aguarda con su paraguas floreado perteneciente a su madre, bajo un techo, resguardándose del agua. Los pasos de él, son cortos, lentos, pero decididos. Llega al lado de su amada y se quita la capucha, dejando su rostro al descubierto. La saluda con un beso, se escucha un grito ahogado, abren los ojos buscando al responsable del mismo. A lo lejos se ve una figura negra corriendo en dirección a la aldea. Ambos saben, que no les queda mucho tiempo, se sostienen la mirada, una mirada llena de miedo y ternura a la vez, esos ojos cómplices de la relación, aquellos que nunca se mienten. Reflejados se ven sus caras de terror. 

Se funden los dos en un abrazo cálido, en el cúal demuestran todo lo que sienten y se dan fuerzas mutuamente. Ven bajar por la colina al padre y suegro respectivamente, rabioso de ira. Se frena a 100 metros de la pareja, que en esos momentos están besándose, tratando de guardar sus últimos recuerdos y de apsar el último instante de sus vidas juntos, cuando llega el tiro de gracia, proveniente de las menos temblorosas del viejo. Acabando así con la vida de su hija, de su nuero y su nieto, que se alojaba en el vientre la niña que vió crecer en sus brazos.

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